Arterias obstruidas: ocurre por acumulación de grasa (aterosclerosis) que forma placas en las paredes de las arterias (tubos que llevan la sangre desde el corazón hacia todo el cuerpo), dificultando el paso de la sangre rica en oxígeno. 

Presión arterial alta (hipertensión): cuando la sangre circula con demasiada fuerza, el corazón debe trabajar más, lo que puede debilitarlo con el tiempo. 

Colesterol elevado: es una grasa que circula en la sangre; cuando hay mucho, se acumula en las arterias y las endurece o estrecha. 

Diabetes mellitus: es una enfermedad que altera la forma en que el cuerpo usa el azúcar. Cuando la glucosa no entra bien en las células, se acumula en la sangre y daña progresivamente vasos sanguíneos y órganos. 

Infartos o insuficiencia cardíaca previos: situaciones en las que el corazón ya está debilitado y necesita apoyo para funcionar correctamente. 

IECA o ARAs: son medicamentos que ayudan a bajar la presión arterial y protegen los riñones (órganos que filtran la sangre y eliminan desechos). Se usan especialmente en personas con hipertensión, diabetes o insuficiencia cardíaca. 

Betabloqueadores: ayudan al corazón a trabajar más despacio, con menos esfuerzo. Reducen el riesgo de infartos y controlan la frecuencia cardíaca. 

Antagonistas del calcio: medicamentos que relajan las arterias, facilitando que la sangre fluya mejor. Son útiles en angina (dolor u opresión en el pecho causado por falta de oxígeno en el corazón) y en la presión arterial alta. 

Diuréticos: ayudan al cuerpo a eliminar el exceso de agua y sal. Disminuyen la presión arterial y alivian la hinchazón por retención de líquidos. 

Estatinas: reducen el colesterol malo y estabilizan las placas en las arterias, evitando que se rompan y generen un coágulo. 

Antiagregantes plaquetarios: previenen la formación de coágulos en personas con alto riesgo de infarto o que ya tuvieron uno. 

Toma los medicamentos siempre a la misma hora. Esto mantiene niveles estables en sangre y mejora su efectividad. 

Usa una pastillero o alarma si te ayuda a recordarlos. La constancia es clave. 

Lleva un registro si te recetan varios fármacos. Así evitas confusiones y puedes compartir la información con tu médico. 

Consulta antes de suspender o cambiar una medicina. Algunas deben dejarse gradualmente o pueden causar efectos si se interrumpen bruscamente. 

Si tienes efectos secundarios molestos (mareo, tos, debilidad), porque podrían necesitar un ajuste en la dosis o cambiar a otro fármaco. 

Si los síntomas persisten o empeoran, lo cual puede indicar que el tratamiento actual no está funcionando. 

Si olvidas varias dosis seguidas. El médico puede ayudarte a retomar el plan sin riesgos. 

Dolor torácico fuerte que no mejora. Puede indicar un infarto y requiere atención inmediata. 

Dificultad para respirar repentina: puede ser una señal de falla cardíaca aguda (cuando el corazón deja de bombear suficiente sangre de manera súbita) o de una embolia pulmonar (un coágulo que bloquea una arteria en los pulmones). 

Pérdida de conocimiento: ocurre cuando el cerebro no recibe suficiente sangre, lo que puede deberse a una arritmia (latidos irregulares del corazón) o a un bloqueo (interrupción de la señal eléctrica que hace latir al corazón).